Naming,
la importancia del nombre

Nombrar

 

Cuando conocemos a alguien, su nombre nos puede recordar a otra persona que se llame igual, aunque raramente nos evocará características que definan a quien estamos conociendo. La persona se hace con sus hechos y se conoce a través de experiencias personales, a diferencia de las ideas, proyectos, productos y empresas a los que es preciso dotar de un nombre propio con el que lo identificaremos y otro genérico con el que lo clasificaremos.

 

El nombre propio de una marca, es un recurso para asociarla con cuestiones que nos ayudarán a comprenderla. A diferencia de las personas que tienen cara, voz y acento, las marcas ponen caras, voces y acentos, adoptan estilo y carácter. Las marcas adquieren formas y maneras muy intencionadas con el fin de conectar con el público al que se dirigen. Es en este momento, en el principio, cuando la conexión depende del primer impacto, se precisa un nombre que transmita la actividad, la oferta o la propuesta, el estilo, el tono y o la personalidad, se trata de acercarse, coincidir o empatizar con un público que en la mayoría de los casos no necesita a la marca.

 

Si atendemos la secuencia de comunicación entre un individuo y una marca, secuencia que pasa por las etapas de atención, interés, deseo y acción, llegamos a la conclusión de que para que algo nos llame la atención debe cruzarse en nuestro camino de forma llamativa, distinguiéndose de cientos o miles de impactos que soportamos a diario. Si somos conscientes de lo que evoca el nombre en esos primeros instantes y de lo que influye en la percepción del público, nos tomaríamos muy en serio la decisión de que nombre darle a nuestro próximo proyecto.

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